Fin de semana en Michoacán: la fiesta de los sentidos

Cuenta la leyenda que Quetzalcóatl, el dios de la serpiente emplumada, bajó del inframundo y dio origen a la vida humana; y desde entonces, los pueblos originarios percibieron a la muerte como la semilla de la vida misma.

Así, cuando alguien moría era tradición organizarle una fiesta para guiar su alma en el recorrido al Mictlán (inframundo). En este sentido, Día de Muertos es una oda a la vida, y la celebración en la que inmortalizamos los recuerdos de quienes partieron a otro plano.

Declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO en 2008, esta festividad se ha convertido en marca país, y ahora miles de turistas viajan desde todas partes del mundo para vivirla.

Los panteones de Tzintzuntzan

Panteón de Tzintzuntzan. Crédito: José Luis Ávila

Según los purépechas –pueblo indígena que habita el estado de Michoacán en México– que fue en la isla de Janitzio, lago de Pátzcuaro, el origen de la fiesta milenaria del Día de los Muertos. La leyenda reza que al morir las almas volaban convertidas en mariposas hasta esta isla.

Sin embargo, conducir desde Morelia hasta Pátzcuaro en plena festividad no es muy buena idea. El tráfico podría frustrar los planes de más de uno. Lo más recomendable es llegar al menos un día antes y estar en la zona del lago a mediodía para evitar el enorme flujo de autobuses repletos de turistas que arriban en horas de la noche.

La recomendación sería visitar al menos 3 panteones y permanecer en ellos todo el tiempo posible. Si paran en Tzintzuntzan, lo bueno es que se pueden mover de un panteón a otro caminando. El espectáculo visual es realmente extraordinario, conmovedor, y require todo el respeto posible. No podemos olvidar que los locales pasan la noche en el camposanto para reencontrarse con sus difuntos así que ningún visitante debe entorpecer los rituales, hacer algún ruido que pueda afectar los rezos y cantos, o fotografías en el momento menos indicado.

Caminando entre los panteones te consigues con decenas de retratos de difuntos que, lejos de asustarte, te invitan a imaginar cómo habrán sido sus vidas y circunstancias. Algunos de sus familiares se animan a contar anécdotas. También te hacen recordar a tus propios muertos y anhelar la fantasía que esta tradición encarna: volvernos a encontrar con ellos.

Hay ofrendas de todo tipo e instalaciones florales y lumínicas realmente maravillosas. Lo cierto es que termina siendo una experiencia imposible de olvidar.

De paso por Morelia

Palacio del Clavijero. Crédito: José Luis Ávila

Mejor que pernoctar en Pátzcuaro, mi recomendación es pasar la noche en Morelia, dueña de uno de los centros históricos más hermosos de México, Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

El Hotel de la Soledad, a pocas cuadras de la catedral y con un nombre literario, es una de las mejores opciones para hospedarse. Es sofisticado, cálido y con una ubicación envidiable para moverse caminando por los principales spots del centro.

De hecho, desde el hotel pueden ir caminando a dos de las paradas obligadas del viaje: El Palacio del Clavijero y La Conspiración de 1809.

El restaurante La Conspiración de 1809 en el centro histórico de Morelia. Crédito: José Luis Ávila.

El primero es uno de los centro culturales más importantes del estado. Ubicado en un edificio imponente que data de la época colonial, en él podrán disfrutar de una amplia oferta de exposiciones. Actualmente, no pueden perderse la muestra que presenta los videos con las Pinturas Corporales de la artista venezolana Magdalena Fernández.

El segundo es para mí uno de los mejores restaurantes de la ciudad. Funciona en la que fuera la casa de uno de los ilustres habitantes de Morelia, Mario Michelena. No dejen de pedir las corundas de tres picos, el famoso tamal moreliano envuelto en hoja de carrizo, servido con trocitos de carne de puerco, crema ácida, queso cotija y salsa roja con rajas.

Para poner el broche de oro a esta escapada de Día de Muertos, degusten la concha con nata para hacer un último canto de amor a la vida.