El deporte ha sido históricamente un lugar inseguro para la comunidad LGBT+. Basta recordar la ola de discriminación que han recibido muchos deportistas de élite que han salido públicamente del armario. Imaginen lo que debe significar para un futbolista gay salir al campo y que todos te llamen “maricón”. Sin ir más lejos, este tipo de hostilidades se producen con frecuencia en las clases de educación física de los colegios, alejando a personas no heterosexuales de prácticas y espacios deportivos.
Esta fue la razón que motivó la creación de la Olimpiada Gay o los Gay Games en 1982, en San Francisco. Curiosamente la idea le vino a su fundador, el Dr. Thomas F. Waddell, cuando desfiló el 12 de octubre de 1968 en la Ceremonia de Apertura de los Juegos Olímpicos en la Ciudad de México como parte del equipo de decatlón de la selección estadounidense.
La intención era producir un evento en el que los atletas LGBT+ pudieran competir en un ambiente amistoso y respetuoso, más enfocado en el esfuerzo personal y la visibilidad de la comunidad que en ganar medallas. Los Gay Games se convirtieron en un espacio inclusivo, sin clasificaciones ni restricciones, con distintas categorías en la que todos los atletas tuvieran cabida.
Con el lema “Desafío/ Challenge”, la primera edición de los Gay Games se celebraron en San Francisco en 1982 gracias a la fama que la ciudad tenía como destino insigne de la comunidad gay. Los medios de comunicación de la época no reseñaron la actividad así que el boca a boca fue clave para el nacimiento del evento. La competencia incluyó 17 categorías y contó con la participación de 1,350 atletas procedentes de 12 países.
Países como Holanda, Australia, Alemania y Francia también han sido organizadores de los juegos, que este año se organizan por primera vez en México y Hong Kong, con el lema “Unidad en la diversidad/ Unity In Diversity” (en Asia), y “Juntxs creando historia/ Making History Together” (en Guadalajara).
Cuatro mil atletas de 35 países participan en esta edición de los Gay Games que se inauguró el pasado 3 de noviembre y se extenderá hasta el sábado 11. Además de las actividades deportivas, el evento incluye un programa cultural con la llamada ‘Villa paraísa’, que contará con talleres de salud, VIH y sexualidad. También pasarelas de moda, exposiciones de arte, teatro y música.
Estos Gay Games dan cuenta de cómo Guadalajara –tras su pasado conservador y homofóbico– se está convirtiendo en una de las ciudades más inclusivas de México. Los organizadores aseguran que este es solo el primer paso para lograr que la ciudad sea la sede del World Pride, la fiesta del orgullo más grande del mundo, en 2029.
Andrés Treviño Luna, director de Diversidad Sexual en el Gobierno de Jalisco y co-organizador de los juegos, asegura que el evento es un acto de reparación histórica. Guadalajara intentó ser la sede del Congreso Internacional de Gays, Lesbianas y Personas Trans en 1991, pero la iniciativa no prosperó por reacciones violentas y homófobas por parte de la la sociedad y el gobierno estatal.
Muchos espacios deportivos se nos han presentado como poco receptivos con nuestras orientaciones, identidades y expresiones. Es muy común que digamos que el deporte no es para nosotras (…) Necesitamos espacios que aseguren que la diversidad sexual y de género sea no solo tolerada, sino reconocida y celebrada. En nuestras manos está acceder a lo que históricamente se nos ha hecho inaccesible. Estos juegos son parte de un esfuerzo por crear espacios seguros sin discriminación ni violencia para nuestra comunidad.
Cuarenta años después de su creación, los Gay Games han celebrado la inclusión, la diversidad y la libertad en el mundo del deporte. Son, sin duda, un testimonio del poder transformador del deporte y la cultura.