Jesús Ociel Baena: El costo de la libertad #Opinión

No se puede hablar de moda o estilo de vida sin libertad. Si medios como Dapper Magazine pueden desarrollar una narrativa en torno a las nuevas masculinidades, y mostrar cómo se viste, a dónde viaja, qué le gusta o interesa al variopinto hombre de hoy (de distintas orientaciones sexuales e identidades de género), es porque alcanzamos la libertad para hacerlo.

Si un hombre sale la calle vestido con una falda y unos tacones y cuestiona las ideas construidas en torno al género asumiéndose como una persona no binaria, el acto se convierte en un desafío. Esto fue lo que hizo Jesús Ociel Baena, no en un ballroom, un estudio de televisión o una agencia de publicidad, en un tribunal electoral estatal mexicano. Sin duda, solo personas con su valor logran cambiar las cosas.

Los logros de este magistrade del Tribunal Electoral del Estado de Aguascalientes figurarán en la historia de los derechos humanos en México.

Fue la primera persona abiertamente no binaria en Latinoamérica en asumir un cargo judicial. También la primera en tener el primer pasaporte no binario y la primera con credencial para votar con casillero no binario.

El Instituto Nacional de Estadística y Geografía de México identificó en la Encuesta Nacional sobre Diversidad Sexual y de Género que 5 millones de personas pertenecen a la comunidad LGBT+ en el país.

De estas, 600 mil se identificaron dentro de las identidades no binarias. Es por ello que la iniciativa de Ociel Baena para que la credencial de elector tuviera un casillero para las personas no binarias (en lugar de solo las letras ‘H’ y ‘M’ de hombre y mujer), es histórica.

El pasado 25 de octubre, también recibía un certificado del tribunal electoral en el que se le reconocía como maestre, superando la dicotomía masculino femenino que marcaron su vida.

Las circunstancias de su muerte siguen levantando suspicacias entre la opinión pública, pero son un recordatorio no solo del segundo lugar que México ocupa en crímenes de odio en América Latina y las violencias estructurales que aún padecemos, también de la lección de valentía, orgullo y libertad que Ociel Baena nos dejó. No queremos perder las libertades alcanzadas, no queremos vivir con miedo nunca más.