Tras un retiro del ámbito artístico que se prolongó cerca de dos décadas, el artista de origen inglés Anthony McCall regresó al medio y retomó el rumbo de su carrera y de su producción a finales de los años 2000, al volver a presentar su trabajo en exposiciones en países como el Reino Unido y Alemania. Su nueva producción lo convierte nuevamente en el foco de atención del público y la crítica europeos y, al mismo tiempo, lo coloca otra vez bajo la etiqueta que tiempo atrás lo distinguiría como uno de los artistas más propositivos y experimentales de su tiempo.
Pionero en el arte interdisciplinario durante la década de 1970, es decir, en aquel arte que tiene como particularidad la combinación de diversas prácticas y géneros artísticos, McCall consiguió su fama y prestigio como creador gracias a la realización de sus series llamadas “solid light films” o, bien, “películas de luz sólida”; término que él mismo inventaría y le adjudicaría a sus instalaciones en las que pone manifiesto mediante un proyector inserto en una cámara oscura llena de humo, las cualidades escultóricas de la luz.
La riqueza y sentido de invención de la producción de McCall radica no solamente en lo atractivas que resultan visualmente sus instalaciones al ojo del espectador, sino también en el abanico de lecturas y diversos niveles de interpretación que han emanado de ellas. Los diferentes planos de luz que el artista dibuja en el espacio oscuro a través de un proyector, combinados con un ambiente de densa neblina en un todo coordinado, le otorgan una especie de corporeidad a la luz y hacen visible lo que de otra manera pasaría desapercibido por el ojo o por los sentidos del hombre.
Algunos estudiosos del trabajo de McCall han encontrado en su obra ecos o influencias de la corriente llamada cine estructural, cuyo objetivo medular era la preponderancia de la forma sobre el contenido. En cierta forma, su serie de proyección de luces sólidas reducen al cine a sus propiedades esenciales: luz y tiempo, al desproveerlo de todo sonido, contenido e, incluso, de toda pantalla. Asimismo, pone en juego los límites que separan a la escultura, al dibujo y al cine.
Radicado en la ciudad de Nueva York desde 1973, McCall continúa creando al día de hoy sus series de luz sólida; sin embargo, desde su regreso al mundo del arte, sus instalaciones han presentado un cambio importante que lo han salvado de caer en un discurso repetitivo y gastado. En su exposición 5 Minutes of Pure Sculpture en Berlín, la cual ha sido la muestra más grande jamás hecha al artista, fue posible observar un cambio sustancial en su obra. Sus proyecciones de luz dejaron de ser horizontales para convertirse en líneas luminosas que surgen del espacio de manera vertical. Con esto, el artista otorgó un sentido arquitectónico a sus recientes instalaciones, al tiempo, que seducen al público a interactuar con ellas.
Hoy en día, la obra de McCall forma parte de las colecciones de museos más como el Centre Pompidou, HirshhornMuseum, MoMA, Tate, Museum entre otros gracias a su sentido de experimentación y a la congruente línea discursiva que sostiene su producción.